Simulación, expectación o quizá pesadilla

La naturaleza y los resortes del nuevo régimen político, en parte son iguales y en parte son diferentes del gobierno anterior. A menudo se encuentran, en ambos, raíces más extensas y ramaje diverso. Si se exige un principio por el que valga la pena confiar para entender qué está pasando, todo apunta al poder ganado en las urnas.

Pero se me figura una metamorfosis más amplia, mucho más problemática que los flecos de una hazaña. Se nos proporcionan indicios, líneas, consejos y justificaciones de todo tipo. Desde el primero de julio pasado, el partido ganador no ha dejado de ejercer influencia hasta el dia de hoy. El pasado fue una ilusión, un ensayo histórico equivocado del neoliberalismo económico desdibujado en un fracaso.

Comencemos por el final del principio: el nuevo régimen está convencido, y lo demuestra con tino coreando la frase “el movimiento es histórico”. La votación más abrumadora que ningún presidente y partido político hayan logrado jamás. No la veo en realidad como una revolución y no deseo verla como un derrumbe. La cantidad de votos no es indicio ni promesa de calidad, porque apunta más al deseo de los votantes que se debe de colmar con frutos provechosos y consecuencias significativas, prontas, a mediano y largo plazo. Ahora, sobre todo prontas.

¿Será el porvenir de una ilusión o quizá una pesadilla? El fondo parece apuntar hacia una creencia al parecer indestructible que quizá rememora los enfoques estructuralistas de Marx, tan pasado ya de moda. En la superficie, nos obsequian con insistencia ejemplares de la “Cartilla Moral” de Alfonso Reyes, obsequio provocador de rechazo sin igual por parte de la intelectualidad autocalificada de liberal.

¿Expectación? En parte si y en parte no. La espera acumula décadas y millones de actos de conformidad y aguante. Pero se acerca el límite –posiblemente la tragedia del pasado viernes– tras el cual asoma la desesperanza. Los bienes materiales difíciles de conseguir, pero alcanzables, mantienen la alerta de la esperanza, pero si son inalcanzables despiertan la desesperación. Los males difíciles de evitar si son evitables nos mantienen vivos en la espera, y si son inevitables revientan y conducen a la desesperación. ¿En que confiamos?, ¿en quién confiar?

No me parece correcto escribir sobre profetismos o mesianismos porque apuntan al mañana. Y lo que se debate en estos meses intenta el camino adecuado para fincar las bases del futuro. Por eso, no se pueden desechar a la ligera los puntos de apoyo que ofrece el presidente al presentar el escrito de Alfonso Reyes como estrategia inherente, indispensable, en orden a los nuevos tiempos.

Escuché en Radio UNAM el domingo pasado por la mañana un comentario que ratificaba la existencia de 12,500 tomas ilegales de gasolina el año anterior. El locutor afirmó la bondad que proporcionaron los eventos ilícitos ya que el robo alimentó muchas bocas. Sin embargo, no mencionó a otras tantas bocas que dejaron de alimenatrse por el gasolinazo del gobierno anterior.

Ahora me explico –de alguna manera– el porqué del inesperado aumento del precio del combustible. Miles de millones de pesos dejaron de ingresar a las arcas públicas, por lo cual resultó indispensable cobrar la pérdida a la ciudadanía.

El punto de apoyo radica en que no se debe robar, no se vale defraudar, no es correcto dañar al prójimo. La idea se desprende de la cartilla moral, no de la religión. ¿A quién le gusta que le roben? Independientemente de la cultura, la época, la ideología, el país, la lengua o siglo en que se vivió o se vivirá, “a nadie nos gusta que nos defrauden”. Eso esperamos. También esperamos castigo a quienes actuaron contra sus compatriotas.

¿Será una pesadilla adelantar que continuarán los fraudes y robos mientras siga viva la especie humana? Es un asunto de uso correcto o incorrecto de la razón y de la libertad. Es un proyecto para incluir en los contenidos educativos, públicos y privados. Desde luego, si el robo es famélico la gravedad se mide desde otra perspectiva, que no abordaré en estas líneas.

En otra estación de radio se habló, el sábado pasado en la noche, sobre la existencia de cerca de 18,000 ordenamientos jurídicos en todo el país. Al dia de hoy, no he leído ni escuchado queja alguna en relación con tales imposiciones legales que norman la conducta y costumbres humanas.

Que contradictorio. La cartilla moral baraja muy pocos principios que norman la acción humana de acuerdo a la naturaleza humana, en bien de la persona, la sociedad y el país. ¿La respuesta al dia de hoy? Una tragedia nacional porque nos quieren imponer preceptos “religiosos”. No es así.

Incontables intelectuales, empresarios y políticos tendrán que esforzarse en silencio muchos años sin cantar victoria porque los de ahora –en el fondo– no pueden ser acompañantes de andanzas de nadie. Recuperemos nuestras raíces, leamos la cartilla moral.
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@NuevaVisionInfo
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Rubén Elizondo Sánchez

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