Vaya tiempos…!

Desde luego esta cuarentena va alargándose y la salud mental de los habitantes de mi pueblo está peor que nunca, no en cuanto a la causa de la pandemia y del tal coronavirus chino, sino por el encierro que los está fastidiando.

Y es que, como las personas de este lugar son muy comunicativas (ya sabe usted: «pueblo chico, chisme grande…»), de seguir esta cuestión creo que les va a dar una pre locura primaveral a consecuencia de no poder «chachalaquear».

Mire, estas ideas las comenté dentro de mi casa, y no seré médico ni psiquiatra, pero allá por mis mocedades -apenas transcurridas, debo acalarar- trabajé en una farmacia en la capital del estado de Morelos y algo aprendí de tales cuestiones.

Por lo anterior, es que yo no asomo ni las narices a la calle, pues debemos obedecer a las autoridades, ¿no le parece? Claro que a los que no estuvieron de acuerdo o simplemente se pusieron necios y se dejaron llevar por el capricho, tuve que aplicarles la «ley del hielo», ustedes me entienden, ¿verdad?

Por ello, los pescaditos de la pecera, la radio, la televisión y un jarrón de Talavera, llevan dos días sin participar de las deliciosas pláticas familiares. A la lavandera que siempre estaba de acuerdo conmigo tuve que darle un escarmiento pues -digamos- se me rebeló. Después de esta ocasión estoy seguro de que aprenderá. Aprenderá, ya lo verá.

Todos los demás miembros de esta santa casa vivimos en paz. ¡Imagínese que yo les tolerara la rebeldía…! ¡NO, no y no!

… Vaya modales, ¿no lo creen señor periquito y señora puerta?

¡Qué tiempos tan difíciles, para educar a los hijos!
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Jesús Galera Lamadrid

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