Will Smith: una profunda lección humana
Ha corrido como la pólvora el escándalo del bofetón de Will Smith a Chris Rock en la entrega de los premios Oscar. Fue, como reconoció después, en su discurso, un momento de apasionamiento, “el amor te hace hacer locuras”.
Ahora bien, muchos de los que lo vimos en directo pensamos que hizo lo que debía hacer: defender a su esposa enferma de bromas fuera de sitio. Es decir, se portó como “todo un caballero”, aunque en estas épocas de feminismo a ultranza pueda ser tachado de “machista” y defensor del “heteropatriarcado” –alguna editorial ha puesto el acento en ese extremo–; lo mismo que el personaje que representa “King Richard”, que también es tachado de lo mismo.
Lo cierto, más allá de discursos ideológicos feministas, es que tanto la figura del padre –en la película– como la de esposo –en la vida real– han sido magistralmente interpretadas por Will Smith.
Lo cierto es que, más allá de la ideología, tenemos necesidad de padres y esposos que estén en su lugar y sepan realizar su misión, a pesar de la deconstrucción cultural que están sufriendo en el seno de la institución familiar. Misión que en ocasiones exige fortaleza y, ¿por qué no?, el uso moderado de la fuerza.
Cambiando el orden tradicional, en vez de “el arte imita la vida” –como diría Aristóteles–, Smith afirmó: “la vida imita el arte”, como subrayando que el papelón que acababa de representar equivalía a la actitud constante de King Richard, que fue “un feroz defensor de su familia”, como ahora él lo estaba siendo, al defender ferozmente a su mujer.
Y es que hay bofetadas que están en el lugar y en el momento oportuno. No quiere decir esto que se legitime el uso de la violencia para resolver conflictos; pero en ocasiones, la violencia moderada –como lo fue la bofetada a Chris Rock– está muy en su lugar, pues sirve para marcar una línea y no dejar lugar a equívocos, para subrayar firmemente una actitud o defender un derecho.
De todas formas, Will Smith se disculpó por el exabrupto, por la salida de tono. Pidió perdón en su discurso a la Academia y a los nominados con él. Con Chris Rock se disculpó más tarde, a través de las redes sociales, ya con la cabeza más fría.
Ahora bien, pienso que, en su momento, si bien llevado por la ira, hizo lo que debía hacer. Alguien podría notar cierta discordancia entre su conducta violenta y el tenor de su discurso, cuando habla de su llamado a “amar y proteger a la gente y a ser un sostén para mi gente”. Pero bien mirado, no es así, pues Will está defendiendo a “su gente”, en este caso a su esposa. Nos da ejemplo de defender “con uñas y dientes” el honor de la propia esposa.
En este sentido, hay dos frases, de profunda sabiduría en el discurso de Smith:
- Por un lado, cuando hace hincapié en la dimensión vocacional de la existencia: “En este momento de mi vida estoy abrumado por lo que Dios me llamó a hacer en este mundo”.
Realmente daba gusto escuchar la palabra “Dios” en un contexto donde pareciera proscrita, en un contexto cargado de ideología y adoctrinamiento, como lo es desde hace unos años la entrega de los Oscares.
Will Smith, por el contrario, reconoce en sí mismo el don de Dios, y con él la responsabilidad de cara a Dios y al mundo. Es hermoso descubrir que tiene un sentido de misión en su vida, y que es realista, no es un discurso cargado de orgullo, sino de humildad, pues “se siente abrumado”.
- La otra faceta de sabiduría que relució en su discurso, fue el consejo que le dio Denzel Washington: “Ten cuidado, cuando estás en tu momento más alto, es cuando el diablo viene por ti”.
Rezuma sabiduría espiritual dicho consejo, a la vez que evidencia la prudencia y humildad de Will Smith, pues no se considera exento de esas tentaciones.
Nuevamente da gusto escuchar, en el contexto de los Oscares un discurso de carácter espiritual, aunque sea mencionando al demonio, pues muchas veces está ahí sin que se le mencione, haciéndonos creer que no existe.
En resumen, Will Smith nos dio una profunda lección humana, tanto con su desplante, como con su breve y emotivo discurso.
Les dio autenticidad a los premios, que dejaron de ser una máscara amable que esconde todo un submundo de intereses, defendió a su familia, ganó el premio representando a un padre de familia, lo cual es muy importante, precisamente cuando está tan denostada y criticada esa insustituible labor.
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P. Mario Arroyo
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