Francisco: la participación en la Misa conlleva un compromiso
La participación de los fieles no termina con la conclusión de la Santa Misa, sino que los frutos de la Eucaristía están destinados a madurar en la vida de cada día, dijo el Papa Francisco en su última catequesis sobre la Santa Misa, centrada esta vez en los Ritos Conclusivos.
Al presidir la Audiencia general de los miércoles en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco habló sucesivamente del compromiso que conlleva la participación en la Santa Misa:
“La celebración de la Misa –dijo– lleva consigo el compromiso del testimonio cristiano. Salimos de la Iglesia para «ir en paz», para llevar la bendición de Dios a nuestras casas, a los ambientes en los que vivimos y trabajamos, «glorificando a Dios con nuestra vida». No podemos olvidar que celebramos la Eucaristía para aprender a ser hombres y mujeres eucarísticos, dejando que Cristo actúe en nuestras vidas, como decía san Pablo: «Estoy crucificado con Cristo; vivo, pero no soy yo el que vive, sino Cristo quien vive en mí»” (Ga 2,19-20).
El Santo Padre precisó también que a través de la Eucaristía, Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra carne. Y lo hace para que podamos expresar en la vida el sacramento recibido en la fe.
Explicó que es por eso que, si los fieles salen de la iglesia «charlando», «mira éste, mira aquel», es decir, «con la lengua larga», esto significa que “la Misa no entró en mi corazón”. «Y ¿por qué?» –preguntó el Papa. “Porque no soy capaz de vivir con el testimonio cristiano. Cada vez que salgo de la Misa tengo que salir mejor de como entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano”.
De ahí que invitó a tomar conciencia de que la Misa “encuentra cumplimiento en las elecciones concretas de aquellos que se dejan involucrar en primera persona en los misterios de Cristo». En este sentido, destacó que, “en la medida en que mortificamos nuestro egoísmo, se crea dentro de nosotros un mayor espacio para el poder de su Espíritu”, por lo que exhortó a dejarse ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
“Déjense ensanchar el alma… no estas almas estrechas y cerradas, pequeñas, egoístas… ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes… Déjense ensanchar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo”.
Subrayó que «el culto eucarístico, dentro y fuera de la Misa, nos ayuda a permanecer en Cristo y a crecer en nuestra unión con Él y con su Iglesia, nos separa del pecado y nos lleva a comprometernos con los pobres y necesitados».
Y concluyó diciendo que “la Misa es como el grano de trigo que luego en la vida ordinaria crece, crece y madura en buenas obras, en las actitudes que nos asemejan a Jesús”.
“El acercarse con regularidad al banquete eucarístico renueva, fortalece y profundiza la relación con la comunidad cristiana a la que pertenecemos, según el principio de que la ‘Eucaristía hace la Iglesia’”, finalizó.
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