¿Por qué participaré en la marcha Por la Mujer y Por la vida?
— Mtro. Jorge Quesada
Me sumé a una movilización civil por primera vez en La Marcha por la Paz, que exigió al gobierno y a los demás ciudadanos luchar contra la violencia del crimen organizado en las calles de la Ciudad de México. Fue en 2004, al inicio de mi vida universitaria.
Me sumaré a la marcha por Por La Mujer y por la Vida del próximo domingo. Buscamos construir una cultura de paz en nuestro país. En efecto, sabemos que nadie quiere un aborto, pero esta sociedad y su ley ejercen una violencia creciente, orillando a cada vez más mujeres, particularmente de escasos recursos, a abortar. Y sin embargo, la paz o la violencia de una sociedad inician en el comienzo mismo de la vida.
El mal radical consiste en hacer de tu víctima cómplice de tu iniquidad. Así lo afirmaban Lévinas y otros filósofos judíos, tras analizar los entresijos que condujeron a los grandes genocidios del siglo XX. Innumerables personas, sufriendo un atropello indecible a su dignidad, cooperaron en el exterminio de sus propios hermanos. En otras palabras, los totalitarismos orillaron a muchas de sus víctimas a ser victimarios de su propia gente.
Hoy incontables mujeres sufren una enorme manipulación para entrar en un ciclo de explotación sexual de largo alcance. Desde su adolescencia, los ideólogos de los “derechos” sexuales y reproductivos le instigan a llevar una sexualidad sin vínculo estable, una sexualidad tendencialmente promiscua; entran en un ciclo comercial de anticonceptivos y juguetes sexuales que quizá dure toda su vida. Como es evidente, algunas engendrarán, sin estar listas para ello, a un nuevo ser humano, su hijo. La cultura ejerce una enorme presión social sobre estas chicas. Explota su pánico. Y como única solución les propone abortar al ser incipiente en su vientre. Es una cultura que lucra con ellas, que hace de su pánico un enorme negocio. Una sociedad machista que delega en la mujer la totalidad de su drama y que ha sido incapaz de inculcar en el varón su responsabilidad personal. Una ideología muy lucrativa.
Pero basta con ver las virulentas marchas abortistas para saber que son mujeres sin paz… carne de cañón. Víctimas… de ideologías con pretensiones autoritarias. Dispuestas a acallar a cualquiera de sus críticos, empezando por las demás mujeres que piensen distinto.
“¿Mi cuerpo, mi decisión?” Pero aquí hablamos de una tercera persona. ¿Existe el derecho a hacer el mal a otra persona: a eliminarla? ¿Por qué se omite la responsabilidad del varón? Las ideologías funcionan con consignas, no con reflexiones sinceras. Porque sólo desde la manipulación sistemática se puede consentir la eliminación de un ser humano, la eliminación de la siguiente generación. Sólo las ideologías inhumanas consiguen hacer de sus víctimas, victimarios de los de su propia sangre.
En un país como México flagelado por la violencia, supone una involución, una regresión cultural legitimar cultural y legalmente la violencia intrauterina.
Por eso marcharé el domingo, para edificar una cultura de paz… Ello será posible si construimos un tejido social y cultural que respete absolutamente la dignidad humana de cada persona: de cada mujer, del niño por nacer, del migrante, del reo, del anciano, del enfermo, del pobre, del indígena, del homosexual. A cálculos timoratos de la OMS, hoy se practican cada año 30 a 40 millones de abortos en el orbe. Hoy la violencia o la paz del mundo inician en el seno materno.
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